El verdadero significado de la palabra familia
«Ella es una de las tantas mujeres que en cada rincón del país se levantan cada día, desde muy temprano, a laborar para sostener a su familia. Una mujer valiente y arriesgada que, gracias a la ayuda de su madre e hijas, ha logrado salir adelante a pesar de los obstáculos que le ha puesto la vida, entre estos, el haber convivido con un hombre agresivo del cual fue víctima de maltrato físico y psicológico. Estos actos lograron que el objetivo de su camino fuera persistir por sus sueños, los de su hogar y, ante todo, los de su trabajo, pero siempre con una sonrisa por mostrar».
Elsa Nubia Duarte Ruiz, de 55 años, nació el 10 de julio de 1964, en Cajamarca. Llegó a cursar solo hasta tercero de primaria en el colegio, debido a que si estudiaba no trabajaba y su madre necesitaba de su ayuda, es decir que durante toda su niñez y su infancia laboró. A sus 17 años empezó a trabajar en una finca como ama de casa, donde realizaba oficios diarios como el aseo, preparar la comida para los trabajadores, entre otras. Vivía con su esposo José Rafael Beltrán, cultivador y ganadero, quien se encargaba de tener la finca al día para su jefe. Como familia empezaron a tener problemas, puesto que él todos los fines de semana se iba para el pueblo más cercano a jugar billar y a beber con sus compañeros de trabajo, y Elsa tenía que quedarse al mando de sus hijas y de aquel lugar.
«Me aguanté muchos años de maltrato, todo esto debido a que era él quien sostenía la familia, yo sola no podía, a duras penas me ganaba un sueldo para mis cositas, hasta que un día él llego borracho a la madrugada y me pegó delante de mis hijas. En realidad, siempre trataba de esconderles la realidad a ellas, pues no quería que en un futuro tuvieran el ejemplo de una mala familia. Desde ese momento comprendí que, como mujer, tenía las capacidades para salir adelante por mi propia cuenta», afirma Elsa.
Después de todo lo sucedido, aquella mujer decide trasladarse a Ibagué, donde empieza una vida con su madre, quien nunca le prestó atención ni el apoyo necesario. No pasó más de un año cuando decide devolverse para Cajamarca, donde encuentra trabajo en una finca. Comienza a laborar en ‘La María’, allí consigue otra pareja, un hombre llamado Álvaro Rodríguez, quien era el encargado de supervisar que los demás trabajadores realizaran sus respectivas tareas en ese lugar. Mantuvieron una buena relación por unos años, hasta que él se enteró de que Elsa se encontraba en estado de embarazo. En ese instante todo cambió, pues para él era una responsabilidad más, un problema más, así que le ordenó a ella que interrumpiera el proceso de gestación, por ese motivo comienzan a tener una serie de discusiones que terminan en definitiva con la relación.
«Yo estaba en una situación muy frustrante, donde no contaba con mi pareja y mucho menos con mi familia. Duré un tiempo más trabajando, realmente hasta cuando mis jefes me dejarán, pues había tomado la decisión de tener a mi hija. En los últimos meses ya se me hacía difícil realizar algunas cosas, así que decidí enfrentar todo y me devolví para Ibagué, donde con la ayuda de la venta de empanadas, pasteles, tortas de carne, entre otros productos, he logrado salir adelante», expresa Elsa Duarte.
Es así, como la mujer se traslada a la Capital Musical, junto a su hija mayor, Andrea Duarte, de 30 años. Ella, al igual que su madre, no ha tenido muy buena suerte en sus relaciones, pues estuvo con Andrés Ocampo, quien de igual forma no le dio el trato adecuado, pues durante la relación tuvieron una serie de discusiones y él no la respetaba como mujer. De aquel romance quedó Sergio David Ocampo, su hijo de 12 años, que vive con ella tras la separación con el padre del niño, quien le ayuda con una cuota mensual para las cosas básicas.
Andrea le colabora a su madre desde los siete años, nunca tuvo la oportunidad de estudiar, puesto que debía ayudarle en el trabajo. Desde 1996 comienzan con un puesto pequeño en el sótano de la Plaza de Mercado la 14, donde vendían empanadas y pasteles. Con la remodelación de la misma se trasladaron a la plazoleta principal, lugar en el que laboran en la actualidad con la preparación de desayunos y almuerzos. Las dos mujeres no recibieron amor, calor, ni mucho menos el apoyo de un padre, «que yo me acuerde él nunca respondió por nosotras, si acaso me regaló unos zapatos de marca ‘Converse’, pero nada más, era muy mal padre, no nos colaboraba ni a mí, ni a mi hermana. En mi concepto, no se trata solo de lo material, sino de lo sentimental, y ni amor nos brindaba», afirma Andrea Duarte.
Según las dos guerreras, en Cajamarca se vivía estable, había felicidad, realmente eran una familia, todo marchaba a un ritmo hogareño.
¿Qué paso después?
«Como siempre no falta la oportunista, la mujer que quiere llegar a dañar una relación, en pocas palabras dañó todo. Él nunca quiso responder, así que nos vinimos para Ibagué, y ahí hemos salido adelante, porque a pesar de todas las dificultades mi mamá ha sido una guerrera».
Andrea, una mujer que siempre le ha gustado colaborarle a su madre, nunca le ha trabajado a un particular, le gusta la atención, laborar en cafeterías, y aunque la situación económica a veces se ponga pesada, el hogar siempre es el mejor refugio para lograr buscar la solución. «No puedo negar que hay ocasiones en las que nos va mal con mi mamá, pues las ventas se ponen pesadas así que uno se desespera. La ventaja que tengo es que aquí mismo en la plaza puedo organizar a mi hijo Sergio, darle el almuerzo y despacharlo para el colegio, actividades que en otro puesto de trabajo no podría hacer», afirma Andrea Duarte.
Elsa Duarte ha sido el motor de esta familia, pues es la persona que siempre las ha apoyado en las buenas y en las malas. Siempre se ha caracterizado por ser una mujer con un temperamento fuerte pero que, incluso así, ha sabido separar las circunstancias del trabajo con las de su familia, es decir, que el mismo trato que les da a sus hijas se lo da a otras empleadas. «Ella es una mujer muy responsable, es con la única persona que cuento en la plaza, es muy respetuosa y colaboradora», afirma Sandra Solórzano, compañera de trabajo de la plaza.
Este grupo de mujeres también está conformado por Leidy Johanna Rodríguez, la hija menor de Elsa, quien a sus 25 años se encargaba de entregar los pedidos del negocio; pero fue hasta abril del presente año que Leidy le dejó de colaborar a su madre, pues decidió buscar trabajo en un restaurante de la ciudad llamado ‘Arroz Paisa’, por consiguiente, contrataron a la señora Carolina Hernández, en su reemplazo. Leidy tiene dos hijos, Cristian Camilo y Dylan Matías, de quienes se encarga su madre mientras ella llega de laborar. Últimamente ella ha tenido que lidiar con una situación, y es que los fines de semana tiene que buscar a alguien que le cuide sus hijos, puesto que el Bienestar Familiar prohíbe que los menores de edad estén en el sitio de trabajo, debido a que no son lugares óptimos para ellos.
Ella, al igual que su madre y su hermana, no cuenta con el padre de sus hijos, pues también ha sufrido maltrato físico y psicológico: «eso ocurrió hace dos años cuando estábamos en una de las discotecas del centro de Ibagué. Mi marido estaba borracho así que empezó a pegarme y casi me mata. A causa de esto he cambiado mucho, ya no soy tan apegada a un hombre y ahora solo trato de vivir la vida y disfrutar todo lo que, a tan poca edad, no he disfrutado», afirma Leidy Rodríguez.
Olga Marina Cruz, la abuela de 78 años, ha trabajado y lo sigue haciendo en la Plaza de la 14. Tiene su local y vende tinto, aromáticas, pintaditos, entre otras cosas. Cuando recién llegaron a Ibagué, Elsa y Andrea empezaron a vivir con ella, pero no llevaban una buena relación, pues la abuela nunca les ha brindado el apoyo suficiente, siempre ha estado muy distante de ellas, es por esta razón que ahora Andrea vive en un apartamento independiente, así como Elsa y Leidy, lo único que comparten es la cercanía pues sus hogares se encuentran en el barrio el Yuldaima.
La rutina de estas mujeres empieza desde las 5:00 a.m., para llegar a la plaza a las 6:00 a.m., a preparar los productos. Anteriormente preparaban desayunos, pero debido a las malas ventas ahora solo hacen almuerzos, fritanga, empanadas y pasteles, pues ellas dicen que quienes tienen para pagar un desayuno no tienen para pagar un almuerzo. Sus labores van terminando a las 4:00 p.m., después de haber dejado el puesto de trabajo arreglado para el otro día. Son distribuidoras en algunos locales de los centros comerciales de la ciudad, preparan diariamente entre 60 y 80 empanadas y pasteles. Aunque tiempo antes las ganancias eran mayores no se han rendido antes las dificultades.
El único día de descanso que estas mujeres tienen es el domingo, pero en consecuencia de las malas ventas les ha tocado trabajarlo para poder sacar lo de la comida. «Dios me envió a este mundo para eso, para ayudar a salir adelante a mis hijas de cada dificultad, para que ellas no sufran, es por ese motivo que siempre estoy pendiente de ellas, y les doy mucho amor», afirma Elsa Duarte.
Por último, cabe resaltar que gracias a Elsa, la familia nunca ha decaído, y es que es ella quien cada día tiene un motivo para seguir luchando contra las dificultades y transmitir esa seguridad generacionalmente. Sus planes a futuro son logar descansar de una vida tan pesada, además de saldar todas las deudas que la agobian cada día. La figura paterna para salir adelante ya no es un impedimento, por el contrario estas situaciones las han ayudado a crecer personalmente y sobre todo a conocer el verdadero significado de la palabra familia.
Ralizado por: Angi Maritza Rubiano Sánchez, estudiante del programa de Comunicación Social y Periodismo de la Universidad de Ibagué.