Excavando una vida de felicidad

No es sólo su profesión de la cual devenga su sustento y el de su familia, sino que se ha constituido en el motor que lo mantiene activo, motivado y feliz.

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  Recuerdo de excavación de Alejandro junto a sus alumnos de la ENAH.

En su medio siglo de vida, Alejandro Fúnez, hombre robusto, de baja estatura, de escaso cabello, andar rápido, y actitud dicharachera, siempre ha llevado en su sangre la pasión por la arqueología. No es sólo su profesión de la cual devenga su sustento y el de su familia, sino que se ha constituido en el motor que lo mantiene activo, motivado y feliz. Lo ha llevado a vivir una vida llena de experiencias enriquecedoras, por cuanto le permite hacer lo que le apasiona desde su infancia, ir de excursión a diversos lugares, visitar museos, leer constantemente libros, «me gusta leer sobre técnicas de excavación para arqueólogos, temas de estratigrafía, tipos de suelo y detección de contextos arqueológicos, libros como 'El Concepto de la Estratigrafía en la Arqueología' de la editorial Crítica o 'Fundamentos de la Estratigrafía' del autor Cotillón» [sic], y, además, hacer investigación.

«Cuando era niño, me apasionaba mucho que me llevaran al museo o a excursiones. Tanto fue mi gusto por estas cosas, que mis padres me inscribieron en un grupo de 'boy scouts'. Entonces fui 'scout' durante muchos años, lo que me dio mucha independencia en mi vida, y aumentó mi gusto por ir de caminatas, a excursiones y campamentos. Como que mi vida empezó a tener esta trayectoria hacia lo que hago ahora, desde un principio. Pienso que mi papá fue la persona que más me indujo al mundo de la arqueología. Él siempre me llevaba a recorrer las zonas arqueológicas y museos de mi país, incluso me recomendó un libro que empecé a leer con mucha pasión: Azteca, del autor Gary Jennings. Este texto me motivó a entender mis raíces y la historia de cómo evolucionó y se desarrolló el ser humano» [sic].

Alejandro cuenta que la escuela también lo motivó. Recuerda una vez que lo llevaron al Museo Nacional de Antropología, donde, entre otras cosas, pasó un susto, pues por quedarse embelesado mirando La Piedra del Sol, mismo calendario Azteca, cuando fue a ver dónde estaba su grupo, no lo encontraba por ningún lado. Manifiesta que esa experiencia de ir al museo fue una de las más significativas de su infancia, para encaminarse hacia la que a futuro sería su profesión. Añade que, definitivamente, los temas de las civilizaciones y las culturas son cosas que le encantan y le obnubilan.

El arqueólogo hace alusión a otros factores que lo incitaron a vincularse dentro del campo de la arqueología, «creo que me volví fanático de la Arqueología -rama de la Antropología que estudia a los seres humanos, desde los restos materiales dispersos en la geografía y conservados a través del tiempo, que evidencian los cambios producidos desde las sociedades antiguas hasta las actuales-, uno, por las películas de mi época como Robinson Crusoe, Espartaco e Indiana Jones, en las que me identificaba con los protagonistas, porque éstos viajaban a lugares diferentes en busca de aventuras, y en el caso de Indiana, el arqueólogo que buscaba objetos como El Arca de la Alianza, El Santo Grial y La Calavera de Cristal. Otra razón que me inspiró para elegir mi carrera de arqueólogo, fue que nací en el ombligo del mundo, como decían los Aztecas, Ciudad de México; un lugar muy mítico, lleno de ruinas, así que en todo me influyó, tanto para que me gustara la arqueología, como mi cultura, mi religión, etc.» [sic].

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  Una de las películas preferidas del arqueólogo en su infancia es Indiana Jones.

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Alejandro lleva una vida plena, haciendo lo que le gusta, y haciéndolo bien, pero no siempre ha gozado de estas prebendas. Su juventud no fue muy halagüeña. «En mi época de la universidad fui muy serio. Desde esa época ya trabajaba en un banco. En la mañana estaba trabajando y en la tarde iba a la universidad. Siempre iba vestido de traje de corbata y me confundían con algún profesor muy joven o algo así. Nunca me veían como un compañero, porque la mayoría de estudiantes de arqueología se visten muy sencillo, hasta hippiosos o muy indígenas. Entonces, yo era como el lunar del salón, porque, entre otras cosas, siempre llegaba tarde a clase y no podía salir con mis compañeros a fiestas, ni nada, porque no me quedaba tiempo. Por ejemplo, cuando hice mis prácticas profesionales, o de campo, tenía que pedir permiso en el trabajo o pedir mis vacaciones, para ocuparlas en hacer las prácticas. Cuando me gradué, dejé de trabajar en el banco y me dediqué a ser arqueólogo y cambié mi vestimenta. Dejé el traje y la corbata, y ya usaba camisa y pantalón informal, con muchas bolsas, botas, bolso, sombrero, lentes, brújula y mi libreta para estar tomando siempre notas» [sic].

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Alejandro ha trabajado por muchos años como docente catedrático en la Escuela Nacional de Antropología e Historia (ENAH)  y en el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH),  de Ciudad de México. «Cuando iba en séptimo semestre de la carrera de Arqueología, en la ENAH, escuela en la que me gradué, algunos profesores de esa escuela me vieron madera y empezaron a invitarme como adjunto de ellos, en algunas clases y en sus proyectos, ya que se me facilita mucho la cuestión de la comunicación y me recibieron como docente con mucho gusto, ya que era un excelente egresado de allí». De su trabajo con el INAH expresa «me vinculé al Instituto en la parte de paseos culturales. Ofrecíamos este servicio a diplomáticos, embajadores y universidades que nos visitaban, por medio de circuitos en lugares arqueológicos a donde los guiábamos y de los cuales les contábamos toda su historia» [sic].

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En esta época de aislamiento social por la pandemia global, Fúnez ha utilizado su tiempo libre para recordar viejos tiempos, dice que escucha música de los 80 para recordar a sus amigos, la escuela, el bachiller, su familia, su juventud y, de igual forma, se dedica a satisfacer su gusto por las ciencias sociales, viendo documentales y películas acerca de su campo de acción. «He visto bastantes documentales en Netflix de mi interés, como 'First Face of America', que es un trabajo de arqueólogos mexicanos que descubrieron unos restos antiguos en Yucatán, que datan de 13 mil años. Es un excelente producto que vale la pena ver» [sic].

Marly Consuelo Quiñones, docente colombiana, se conoció hace años con el arqueólogo, en un encuentro pedagógico sobre la transformación de la formación docente en el lenguaje, en la universidad donde él labora en Ciudad de México. Marly participó como ponente en su campo de competencia, el español y la literatura. A raíz de dicho evento, ella estableció una gran amistad con Alejandro. La docente opina que lo que más debe extrañar Alejandro en esta cuarentena, es no poder salir al aire libre. «A él le gusta mucho el trabajo de campo, hacer excavaciones, llevar a sus estudiantes a que vean los procesos arqueológicos» [sic], y Fúnez lo confirma al manifestar que «extraño las salidas a dictar mis clases en la escuela, hacer las prácticas de excavación con mis estudiantes. Me fascina difundir mi conocimiento con mis alumnos, viajar a todos los lugares históricos, descubrir cosas nuevas con la excavación arqueológica, y aprender mucho sobre la historia de lo que excavo» [sic]. 

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  Alejandro con su amiga Marly Quiñones a su lado derecho, en el encuentro pedagógico sobre la transformación de la formación docente en el lenguaje.

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Quiñones comenta que cuando se empezó a vivir el confinamiento, ella lo notaba muy tranquilo y él decía que la gente estaba paranoica, pues no había una razón para llegar a tanto extremo, en cuanto a los cuidados. La docente expresa, además, que ella discrepaba mucho con él por esta forma de pensar. «Él decía que allá en México habían pasado por una situación muy compleja con la Influenza, y que habían salido bien librados porque la habían sabido sortear muy bien, y que era por esa razón que él estaba asumiendo esta situación de una manera tan tranquila. Pese a lo que piensa mi amigo, últimamente lo he sentido un poco más consciente de esta situación y ha tomado a bien las restricciones que se han dado en su país para evitar el contagio por la pandemia» [sic].

Fúnez rebobina cómo se vivió esta pandemia de Influenza en aquella época. «En ese tiempo, ya estaba dando clases y no había tanto uso de tecnología como ahora, así que las clases se suspendieron definitivamente. Pero eso duró sólo un mes, a diferencia de esta por Covid-19 que ya lleva el doble de tiempo y, además, las medidas de prevención han sido más estrictas» [sic].

Frente a las nuevas restricciones que el gobierno mexicano ha implementado para evitar el Covid- 19, Alejandro señala que «ante la fase 3 en la que nos encontramos, se cerraron las estaciones de bus públicas, en las cuales no hay mucho flujo y todos los autos deben descansar un día de por medio, teniendo en cuenta su 'Hoy no circula', mismo 'Pico y Placa' de ustedes en Colombia» [sic].

Marly dice que la labor de su amigo ha cambiado, como les ha cambiado a todos los docentes, y es que ha tenido que empezar a trabajar a distancia, a utilizar todos los medios tecnológicos para poder tener contacto con sus estudiantes. Alejandro acota al respecto que «tenía programadas varias salidas pedagógicas de campo con mis estudiantes, pero quedaron aplazadas por la situación que estamos viviendo. Pensábamos, con los estudiantes, ir a un panteón para hacer prácticas, pero no se pudo lograr. Sin embargo, les he dejado libros de estratigrafía y aspectos referentes a la práctica del tema que estábamos trabajando durante lo presencial, para seguir los mismos temas del programa, todo de manera virtual y teórica» [sic].

A pesar de que la virtualidad ha sido de gran ayuda para seguir dictando sus clases, Alejandro manifiesta que con esta herramienta pedagógica se pierde mucho la calidad de enseñanza, se pierde la calidad humana. «Las clases remotas son una opción, pero no la solución a la educación. Tampoco es algo que sustituya a un profesor, simplemente es una herramienta de apoyo. Sin embargo, pese a que existen muchas limitantes en la virtualidad, no se puede hacer abstracción de ella del todo» [sic], anota Alejandro. 

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  Revistas y textos que Alejandro suele regalar a sus amigos para que se interesen en su campo de acción y en las riquezas arqueológicas de su país.

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Su profesión le ha ayudado a comprender esta emergencia de salud mundial, pues «la arqueología me ha hecho entender en este tipo de situaciones, que el ser humano debe respetar a la naturaleza, como lo hacían las civilizaciones anteriores, que vivían mejor y no tenían tanta tecnología, simplemente comprendían la naturaleza y la respetaban. No la desafiaban como se hace ahora» [sic]. Fúnez dice que, aunque acata las restricciones dadas por el gobierno, existen quienes no las respetan y dicen «el coronavirus no existe, es puro cuento. Estas personas creen que en México de por sí mueren demasiadas personas, y es por problemas cardíacos, diabetes, cáncer, respiratorios y renales, mas no por el Covid-19» [sic].

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Magaly Rivera Rojas, docente colombiana amiga de Alejandro, comenta que a finales del año 2019 tuvo la oportunidad de compartir con él en su viaje de turismo a México, en el que este se constituyó en su guía y le hizo el circuito por lugares como Ciudad de México, Puebla, y Oaxaca, entre otros [sic].

La docente dice que, desde que llegó al aeropuerto de ese país con su familia, Alejandro amablemente fue a recibirlos al aeropuerto, levantando la bandera de su país con gran orgullo, para ser reconocido por ellos entre la multitud. Se mostró como uno más de los suyos, hubo mucha camaradería y entendimiento entre ellos. Cuenta Magaly que Alejandro se convirtió en su camarógrafo y que hubo muchas risas y anécdotas en medio del circuito por la capital mexicana, museos y demás sitios de gran riqueza natural y cultural que tiene ese mágico país; hasta cuando apareció el desencanto en ese cuerpo de felicidad.

Afirma Magaly que a Alejandro, que es un hombre de carácter complaciente y descomplicado, se le desvanecen esas cualidades cuando alguien consciente o inconscientemente desaprueba algo acerca de su cultura. «A la hora de ir a comer, Alejandro nos llevaba a varios restaurantes donde venden comidas típicas, incluso al de una amplia plaza de mercado en Oaxaca. Él quería que probáramos todos los platos. Se mostraba orgulloso de la variada gastronomía que tienen en su país. Al principio acepté degustar la comida picante, sin mostrar mi incomodidad por el sabor, pero cuando decidí buscar algo más parecido a la comida de mi tierra en los restaurantes, Alejandro se mostró un tanto molesto, frunció el ceño y me dijo: "¡Órale!, ¿y de qué es que vive tan enferma que no come?" Le hablé de mis dificultades con el hígado, que entre otras cosas es cierto. Y aunque mi amigo no pudo disimular su indisposición, poco a poco calmó su disgusto y volvió a tornarse en ese maravilloso y acogedor anfitrión que es de su tierra» [sic].

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  Alejandro Fúnez y su amiga Magaly Rivera en su circuito por el sitio arqueológico Teotihuacán.

Marly Quiñones dice que Alejandro es un nacionalista a morir, pues siempre trata de dejar la imagen de México en lo más alto, tanto así que hasta el hecho de que su tierra sea de sismos, algo un poco negativo, lo hace ver como ventajoso para el pueblo mexicano en el afrontamiento de la crisis mundial que se vive, y señala que México está mejor preparado para afrontar esta emergencia de salud que vivimos, que cualquier otro país latino. «Considero estamos más preparados tanto la ciudadanía como el gobierno porque como vivimos en un país sísmico, tenemos mayor reacción de acción como pueblo a diferencia de países como Colombia, ya que hemos tenido mayores desastres naturales» [sic]. Entre estas situaciones, no sólo sísmicas, sino pandémicas a las que ha sido sometido el pueblo mexicano por la naturaleza, Alejandro trae a colación la siguiente: «En el 2011 vivimos la pandemia de Influenza- H1n1, en la cual se paralizó el país y ninguna parte del mundo recibía mexicanos, por miedo también a que llevaran gripe aviar o fiebre porcina. Definitivamente fue una crisis dura para nosotros los mexicanos» [sic].

 Por otro lado, Fúnez dice que esta cuarentena le ha sido bastante útil en su parte personal y familiar, en vista de que «he valorado más a mi familia, mi hogar, he estado en contacto con mis libros. Además, el no salir me ha permitido disfrutar más mi casa y relajarme. No he tenido tanto estrés y me he alimentado mejor. Ha aumentado el nivel de buena convivencia en mi hogar. En mi familia hemos tratado de llevar todo de manera armónica, organizándonos, sorteando las actividades que requieran salir, como ir al supermercado o pagar los recibos y siempre con un gran lema: "Sé tolerante para poder convivir"» [sic].

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Hay otras situaciones que lo han fortalecido, tanto a él como a las personas de su generación, «pienso que cosas como los terremotos de los 80's han hecho madurar a mi generación y al pueblo mexicano en general, haciéndonos tener una buena cultura civil, enriquecida humanamente, que nos ayuda a sortear mejor estas situaciones de pandemia» [sic].

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Esta delicada situación mundial lo ha llevado a evocar las oportunidades que ha tenido de explorar como arqueólogo. «Recuerdo mis intercambios académicos y visitas de exploración en América (Perú, Chile, Argentina, Colombia, Panamá, Guatemala, Canadá y Estados Unidos), los cuales me han dejado maravillado con todo su vestigio arqueológico. No pensé encontrar sitios tan maravillosos fuera de Mesoamérica» [sic]. Alejandro manifiesta que todos esos grandes logros que ha obtenido en su vida, se han dado gracias a Dios y la Virgen de Guadalupe, de la cual es un ferviente creyente, y apunta a este respecto que «la profesión mía ha sido contrastante con las creencias religiosas y nosotros los mexicanos somo muy católicos, cosa que me ha llevado, en primera instancia, a respetar la opinión, tanto de las personas del campo científico como las religiosas, y, en segunda manera, a sentirme en paz conmigo mismo, por ser un buen ser espiritual a mi manera. Y claro está, sin modificar mi forma de pensar, porque alguien me lo diga o ponga en duda mis creencias, situación que he tenido que afrontar a lo largo de mi carrera con compañeros arqueólogos» [sic].

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  Hierve el agua, uno de los sitios favoritos de Alejandro en México, ubicado en el departamento Oaxaca de Juárez.

Ante estas situaciones controversiales, Alejandro sólo espera que en su país todos puedan salir rápido y victoriosos de esta crisis, como lo han logrado hacer en tiempos pasados. Y desde ya traza proyectos para ese anhelado fin de la pandemia. «Pienso recorrer sitios maravillosos de mi país, como el departamento de Chiapas, donde está toda la cultura Maya, y Oaxaca, donde está la cultura Zapoteca y Mixteca» [sic].


Realizado por: Juan Felipe Murillo, estudiante del Programa de Comunicación Social y Periodismo de la Universidad de Ibagué.


 

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