La huerta de Ana Dilia Moreno
Por: Jennifer Guarín.
Foto tomada por: Jennifer Guarín.
Ana Dilia Moreno tiene 66 años, mide 1.30 cm, su color de piel es moreno claro, con cabello negro canoso. Además, tiene rugosidades en sus manos, pecho y cara; sus expresiones faciales dan una imagen de seriedad, pero realmente es muy expresiva cuando se le pregunta acerca de sus actividades de cocina, lana y huertas caseras. Le gusta vestir camisas florecientes que, según ella, la hacen sentir cómoda; usa con regularidad bermudas de tonalidades pasteles y le encanta estar siempre en chancletas cuando se encuentra en su casa. Es una mujer muy alegre, carismática, amorosa y trabajadora, le gusta compartir su tiempo en familia, celebrar algunas fechas especiales como el día de la mujer, día de la madre, los cumpleaños de sus hijos y nietos; y, también navidad y año nuevo.
La señora Ana Dilia cuenta que vivía en el campo, en una finca llamada Asuate, siendo la menor de ocho hermanos. Allí, a cada uno le correspondía una labor, principalmente ella ejercía la tarea de cosechar algunos alimentos como zanahoria, cebolla y papa. De la misma manera su madre, María Elena Beltrán, cultivaba café, plátano, yuca y maíz, pero lo que más le llamaba la atención eran las plantas y las flores. Además, se dedicaba a hacer aromáticas medicinales de yerbabuena, ruda, apio, tomate y toronjil. Fue así como Ana Dilia aprendió el procedimiento de las mismas para mantener las huertas caseras y se motivó a cada día obtener más conocimientos sobre su manejo.
Para complementar lo anteriormente expuesto, en relación con las actividades que realiza, la más atractiva para ella es la cocina, Ana Dilia sostiene que «si hubiera podido estudiar, me habría gustado ser chef», mirándome con el ceño fruncido. Con cara de satisfacción expresa que su comida favorita es el estofado y el arroz con pollo. También prepara postres como galletas y pastel de banano, en sus ratos libres le gusta coser, actividad que aprendió de su madre María Elena Beltrán, quien mediante unos palos de madera con los que cogía la lana que vendían en el pueblo, se ponía a practicar, afirmando que le «gusta hacerlo cuando no tengo nada que hacer, normalmente me pongo a coser bolsos y siempre me demoro mucho en esas» y dice entonces, «he cosido los bolsos de mis nietas cuando están dañados o cuando quieren que les haga un diseño distinto».
Moreno se casó dos veces, primero a los 17 años con el señor José Jesús. De lo anterior expresó «él me llevaba flores, me sacaba a bailar, me halagaba, hacía salidas en familia y siempre me llevaba y me gustaba mucho charlar con él en la sala de mi casa». Con el tiempo se enamoró y se casaron por la iglesia, tanto así, que tuvieron cuatro hijos; ella era muy feliz en ese tiempo con su esposo, hasta que él falleció de cáncer de pulmón, quedando viuda durante 10 años. Con su segundo esposo, Humberto Ospina, fue el mismo proceso, para lo cual le pregunté - ¿Cómo fue que se enamoró de él? – ella respondió «por sus bellas palabras, me sacaba a bailar, me llevaba a comer, hasta que nos casamos nuevamente por la iglesia y tuvimos dos hijos», y concluye «después me dejó porque se aburrió de mí y no quería estar más conmigo, ¡se enamoró de otra!, dejándome sola con mis hijos cuando más lo necesitaba, fue entonces que me divorcié del señor. ¡Ninguno de los dos tenemos comunicación hasta el día de hoy, no nos hablamos desde hace 28 años!»
Ana Dilia lleva viviendo ocho años en la comuna 2 que está ubicada en la calle 16-15. La describe como un sector verdoso, agradable y fresco, las vías del lugar son destapadas, con huecos y algunas piedras alrededor. Se encuentran algunos animales como perros, gatos y pájaros de diferentes colores y tamaños. La infraestructura de la casa es ancha, de color verde y mitad de negro, el piso es esmaltado de cemento y las puertas con imitación de madera blanca; es decir, son puertas metálicas; el tejado es de tipo Eternit, los alrededores de su casa están decorados con algunos materiales como llantas pintadas de color amarillo y un cultivo de plantas y flores.
Dicho esto, Ana Dilia contó que se fue a vivir al barrio 7 de Agosto Parte Alta, ella arrendaba su casa a una familia, por lo cual decidió volver a su hogar después de la ruptura de su matrimonio. La llegada no fue nada agradable ya que estaba desconsolada junto con sus seis hijos, pero eso no la detuvo, buscó varias opciones para salir adelante como una mujer soltera y luchadora. «Empecé a reconstruir mi hogar y emprendí en un proyecto que me ha dado frutos en la casa y he podido vender sobre eso», complementa. Por otro lado, el proceso de cultivar las plantas ha sido por las experiencias de su niñez, «siempre me llamó la atención tener una huerta en mi casa desde muy pequeña», afirma.
En un lapso de ocho años viviendo en la comuna logró forjar su proyecto de las huertas caseras. El inicio del plan se fundamentó en idas a la plaza, donde compraba cultivos de plantas o flores de los cuales se destacan las amapolas, yerbabuena, anturios, novios, corona de espinas, el sauco y plantas medicinales. Empezó a sembrar en el patio de su casa productos naturales, con el objetivo de realizar aromáticas de algunas flores y plantas medicinales. «Una de las primeras flores que sembré fueron los anturios, ya que me gustaba ver cómo le daban ese toque decorativo al jardín», recuerda con alegría. Además, el proceso de cultivarlas le favorecía bastante por el clima frío.
Foto tomada por: Jennifer Guarín
Nota: En la fotografía se puede observar una de las huertas de Ana Dilia
Ana Dilia comenta que recicla canecas de pinturas y llantas de moto para cultivar sus plantas y flores. Normalmente, las consigue en una ferretería y por medio de un señor que recicla objetos que se encuentra en la calle, con el que se contacta para proveerse. Expresa, «ahorita tengo cuatro canecas de pintura, allí tengo sembradas algunas flores como anturios, amapolas, sábila y gitanas»;y termina diciendo «por ahí tengo tres llantas de moto de color amarillo donde tengo sembraditas algunas flores como los novios azules, amarillos y rojos».
El cuidado de las plantas y las flores tiene un manejo sencillo, ya que donde ella vive el clima frío le favorece bastante para su cultivo. Unas de las dificultades son los bichos que afectan la huerta casera tales como las cucarachas, hormigas y gusanos, además las ratas que viven en la tierra son las que más daño les hacen a las plántulas, ya que empiezan a roer y consumir sus hojas. «Siempre toca estar pendiente (…) para matar estos bichos yo uso un veneno blanco, que tiene un aroma fuerte y las mata al instante, y para las ratas uso el sicario, cojo un trozo de pan y le agrego un poco del veneno y ellas las consumen, al otro día amanecen muertas», concluye.
Una desventaja es el clima en junio y julio que afecta a las plantas debido al calor. Ana Dilia me mira y se queda pensativa por un momento «¡me hiciste acordar de que tengo que ir a regar las flores, en esta época tengo que estar más pendiente de la huerta para que no se me marchiten!» Ella creó su propio abono sin necesidad de ir a comprarlo en la plaza, el proceso es muy sencillo, dice «yo recojo los desechos de la cocina y los depositó en la tierra para que las plantas tengan su propio abono natural, que está hecho a base de cáscaras de plátano, papa y arvejas (…) eso se demora por ahí de unos 2 a 10 días para que las cáscaras se deshagan», explica.
Andrea Moreno, una de sus hijas, dice que cuando era muy pequeña la mamá le enseñaba cómo cultivar y preparar sus aromáticas medicinales. «íbamos a la plaza a comprar las semillas para cultivar las flores». Andrea argumenta que las plantas medicinales le gustan bastante para el cuidado de su salud, además, es algo natural que no daña al cuerpo. Sostiene que le «gusta hacer aromáticas de yerbabuena, porque es rica y me ayuda mucho en la digestión (…) lo que mi mamá ha hecho con nosotras es algo muy bueno, de verdad que todos deberían hacer lo mismo para cuidar la salud y también al medio ambiente».
Una de sus nietas, Laura Cases Moreno, cuenta que cuando tuvo un accidente laboral en el que se fracturó el tobillo, su abuela estuvo muy pendiente de su alimentación. Para ello, le preparaba aromáticas de yerbabuena, caldos o gelatinas para que no se le fuera a irritar la herida; aunque ella no creció junto con su abuela, aclara que tiene muy buena comunicación con ella, y dice «mi abuela hace unos estofados que ¡hum! son muy deliciosos!»
Doña Ana cuenta con seguridad «la función que tiene algunas plantas medicinales como las amapolas es ayudar a que el ojo del ser humano no se pegue de lagañas, para preparar el menjurje toca agarrar la flor de la amapola y hervirla en agua, después de eso se deja en la noche al sereno para que al día siguiente se pueda aplicar poco a poco en ojo, esto lo hace por tres días». «Es una de las flores que se usa muy seguido para este tipo de infecciones en el cuerpo, aquí la gente me pregunta mucho por la amapola», termina diciendo.
Ana Dilia relata que usa un proceso para curar la tos, fiebre y dolores de huesos mediante el uso de la sábila, «lo que hago es coger una rama y se le quita los cristales con un cuchillo, la combino con fruta como manzana roja o verde, piña, banano y papaya, después la picó para licuarla, esto ayuda a mejorar la tos y los dolores de huesos», asegura. «¡También preparo otros menjurjes!», añade «cojo los cristales de la sábila y los pongo en el cuerpo para bajar la temperatura de la fiebre, disminuir dolores de hueso y quemaduras, además también es muy usado para el cuidado de cabello», concluye.
La yerbabuena es una planta medicinal que la señora Ana Dilia usa todos los días para tratar la gripe y otras enfermedades relacionadas con el colon, cólicos, gases intestinales, dolores de cabeza, estrés y ansiedad. «¡Mija! yo agarro las hojas de yerbabuena y las pongo a hervir en agua, esto queda como una aromática, y usted la puede consumir a cualquier hora del día», me termina diciendo. Ella la toma más para tratar los dolores de cabeza, y cuando algunas de sus nietas o hijos tienen algún síntoma, les prepara la infusión.
Ana Dilia utiliza el cactus para matar el espolón y también prepara jugos. El proceso con el cactus es coger una penca, se saca lo de adentro para licuarlo con la sábila, frutas como manzana, banano y piña, «pero pues yo no lo uso mucho, pero he hecho ese batido un par de veces, vea mija que una vecina me regaló un cactus pequeño, y pues yo lo sembré en una caneca de pintura y poco a poco empezó a florecer el cactus ¡más bonito!»
La señora afirma que no va al médico, porque con su huerta casera hace sus medicamentos naturales y si algunas de sus nietas están enfermas ella empieza a preparar aromáticas, y mezclar la fruta con las plantas para aliviar cualquier síntoma. Para el COVID – 19 me dice «yo preparaba mucho jugo de naranja caliente con miel y limón para tratar algunos de sus síntomas como la tos y recuperar el olfato y el sabor». -¡vaya!, eso sí es sorprendente- le respondo.
En un futuro, Ana Dilia quiere comprar semillas para cultivar nuevos productos como lechuga, tomate y cilantro. «Será un gran beneficio tener una huerta casera porque eso implica menos gastos para la casa». Finalmente, Ana Dilia cuenta que su experiencia en las huertas medicinales la ha enriquecido también observando recetas de Facebook, y de ahí recreó algunos batidos para mejorar la salud de ella y su familia. Además, creó su propio proyecto de batidos naturales, como los de espinaca, piña, manzana verde y sábila; ella comenta que ayudan a subir las defensas y termina diciendo «es que la espinaca, uvas negras y zanahorias también son muy buenos para las defensas, y además todos esos batidos que he visto que hacen por internet, ¡los he preparado y han mejorado mucho la salud de mi familia!, estos batidos son una gran ventaja porque aparte de ser beneficiosos después de ser probados por todos los vecinos aquí, ¡han aliviado enfermedades sobre las que algunos doctores no dan con el chiste!».