Carta para cuando alcance el sol
Por: Laura Ruiz Troncoso.
Me sorprendo al mirar fijamente a mi perro y preguntarle:
- ¿Conoces al pato que desafinó?
Él me mira confundido.
- Sí, el que va cantando alegremente ¡Cua, cua, cua! ¿No?
Gira su cabeza levemente, voltea los ojos y bosteza.
Tal vez sí lo conoce y fue el perrito que estaba allí cuando empezó a cantar. Pero no me lo va a decir. En cambio elevó su trompa para aullar tan fuerte que me retumbara en los oídos. Tal vez en la nota final debería empujarlo al agua como al pato. En fin, puede ser que no haya sido él. De cualquier modo la historia original es de Brasil y se llama O Pato y él es un Fino Colombiano. Pero puede que conozca a alguna versión colombiana de ese mismo pato, quién sabe.
Imagen por: Vivian Kreuz @maracasmugs
La historia en realidad la escuche, por primera vez, en español con un arreglo de Daniel Saboya, El papá, e interpretada por dos pavas. Si, dos pavas. La mayor y La menor, un dueto de tres bastante particular. Lo primero que me fijé cuando las vi pegar pequeños brinquitos en la parte de atrás del Auditorio Casa de la Cultura en el Coliseo Humatepa en Mariquita, Tolima, es que tenían el plumaje en la mano.
Los rayitos de sol se colaban entre las plumas y murmuraban.
- Ese par no son de por aquí.
Las mejillas rojas las delataban, Tunja, Boyacá estaba de visita. Me llevé los colores en la memoria hasta descubrirlos de nuevo en el escenario, los rayos ahora eran luces de colores que apuntaban al plumaje que se había convertido en unas coronas. Como el pato, ellas entusiasmadas alegremente se preparaban para cantar hacia la gente y muy armonioso suena:
Al contrario del pato, ellas no desafinan. En sus bocas el campo colombiano se convierte en música, melodías que trascienden en tiempo y espacio. Las luces se apagan, y una ola de aplausos las arrastra al 'backstage', hubieran querido cantar la del pato. Pero en el camino se encuentran un lindo Gato, La menor lo bautiza al instante, durante su estadía encontraría varios y ninguno se quedaría sin nombre. Los gatos curiosos también quieren saber quiénes son aquellas aves exóticas.
Quien les asignó su nueva identidad hace la primera voz en el dueto, tiene 10 años, lleva el pelo rubio recogido en una moña, aunque alguno que otro pelo se escapa del peinado, sus ojos claros se alumbran mientras recorren curiosos cualquier lugar.
- Mona ven.
La llaman, para que se presente, al cuarto intento y entre risas ella responde.
- Me llamo María Clara Saboya Ávila.
Su hermana le da una palmadita en el brazo, como tratando de que sea seria, claro, es La mayor, ya tiene 14 años. Toca la guitarra, hace la segunda voz, su sonrisa es sutil, lleva suelto y muy bien acomodado su pelo negro.
- Yo soy Sara Lucía Saboya Ávila.
El papá, tercio de este dueto, las acompaña con la guitarra y dice:
- Soy Daniel Saboya pero ellas son las artistas, pregúntenles a ellas.
Imagen por: Vivian Kreuz @maracasmugs
Hay muchas cosas que quieren saber, pero empecemos desde el principio. El contacto con el arte era inevitable, su mamá, su papá, su tío, su tía, todos son artistas. La música, sobre todo, les hace sentir una cosa bonita en el corazón. Algunos dicen que es un don, porque parece natural, o un talento, pero en realidad es algo que crece con ellas, que se trabaja, se moldea y se cuida como el cafetalito que nos regalaron en canción.
Cada una cultivó su gusto, se presentaron, concursaron y descubrieron sus cualidades en solo. En 2019 empezaron a cosechar el fruto de un trabajo en equipo (el dúo), deleitaron el público en Colombia Canta y Encanta, El Cuyabrito de Oro, el Concurso Nacional de Duetos de Cajicá, el Concurso Jóvenes intérpretes Luis Ángel Arango y ahora en el Mangostino de Oro.
En sus inicios apareció el plumaje de colores reales en un gorrito tejido por la mamá, pero toda ave muda su plumaje y parte de crecer es cambiar. Ahora el gorrito con ojos y pico, se ha convertido en una balaca de plumas tejidas, pero no pierde su significado increíble y llamativo. En los colores se conserva la hermandad, porque tal vez, más adelante el azul, color favorito de La mayor, y el amarillo, de La menor, encuentren un búho verde que quiera acompañarlas y ser el Re menor y así el dúo de tres, dos pavas y el papá, se vuelva de cuatro y se sume un personaje que la historia del pato no contó, el hermano más pequeño.
El búho, aún está en la etapa del gorro tejido y ha aprendido canciones para ser más sabio, mientras tanto comparte y disfruta con sus hermanas el regalo que la música le ha entregado a su familia; un viaje lleno de aventuras y nuevos amigos.
El show se acaba, no empujaron a nadie al agua (eso espero), se colaron personajes en la historia y nunca cantan Bossa Nova, pero mi perro me lo dijo, a su manera claro, que esto no es Brasil, ni una historia de patos, es toda una nueva versión que no solo se interpreta, sino que se escribe de nuevo cada que la cuentan desde donde estén. Ahora, cuando aprenda los acordes y alcance el Sol… volveré a preguntar por el pato.
FIN