Ahora cualquiera es periodista

Por: Karen Ximena Quimbayo Castañeda

“Los jóvenes de ahora escriben a la buena de Dios”. Este es uno de los tantos fragmentos que me llamó la atención en la lectura 'Los cinco sentidos del periodista'. Hoy en día, escribir resulta difícil y escasamente a unos cuantos les gusta. Una vez alguien me dijo: saber escribir es igual de importante que las matemáticas. Y cuantas recomendaciones hemos escuchado: aprende otro idioma, aprende excel, aprende un arte, entre otros… Y sí, la verdad es que en esta profesión, la escritura es la base del éxito del periodista, pues, es mucho más que eso; así como lo decía Ryszard Kapuscinski, cada letra es la propia vida y es la manera en la que vemos el mundo.

Y creo que tiene razón, en mi caso, elegí esta carrera sin tener muy claro por cuál rama de la comunicación y el periodismo me iba a enfocar, hasta que descubrí la verdadera habilidad de escribir. A veces no es necesario que nos lo enseñen, a veces solo es innato, es natural. Por eso, aunque no soy una experta, puedo decir que cuando hay gusto y pasión nos volvemos más críticos, más sensibles, más observadores, más comprometidos y más leales a lo que pensamos y somos, solo para conectar con los otros y no perder parte de la humanidad que nos hace ser de alguna manera más auténticos, más originales.

Para nadie es un secreto que el periodismo ha evolucionado y ha trascendido, y a su vez el periodista, pero en estos tiempos, es complejo referirse al tema, pues como lo dice el titulo de mi texto reflexivo, ahora cualquiera es periodista, estamos inmersos en una era digital que a veces resulta ser un problema. Ya no es necesario ni siquiera, sentarse a pensar, porque la información ya se encuentra al alcance de todos, pocos aún conservan la tradición. Quizá leer libros, investigar de manera personal, ser autores de sus propios pensamientos e ideas, o simplemente ver más allá de las historias que los medios o “influencers” transmiten. Y entonces, la gran dificultad se presenta cuando con el tiempo este fenómeno cultural del que hacemos parte nos hace vivir cada vez menos en la historia real y cada vez más en la ficticia, tal cual como lo decía el autor de este libro.

Actualmente, ya no existe la censura como tal, la mentalidad y la sensibilidad de la sociedad se ha vuelto cada vez más flexible. Lo que antes parecía un tabú y no podía exponerse a la luz del mundo, es ahora permisible, normal o paradójico. Sin embargo, con esta transformación, se ha perdido en gran parte el sentido de la verdad, el respeto y la ética profesional. Pero sobre todo la responsabilidad de mantener y  transmitir la información sin venderla, o tan siquiera manipularla.

En el mundo contemporáneo, los canales de información también tienen aspectos positivos; no todos están diseñados para lo mismo, en ellos hay todavía periodistas como nosotros que defendemos nuestra posición, la libertad de expresión y la calidad del contenido que divulgamos sin atender a intereses o grupos de poder.Tal como lo plantea Ryszard, los buenos medios no han desaparecido del todo. Aún existen, aunque sean pocos, 1 de 10 por decirlo así. 

Por eso mismo, a todo lo que hagamos en nuestra profesión debemos dedicarle lo mejor de nosotros, con demasiada excelencia, y en lo absoluto permitirnos seguir el camino de la mediocridad moderna. 

Este libro también hace que le cuestionemos a nuestro periodista en formación, a nuestro periodista del futuro, si realmente quiere vivir de la superficialidad o de la admiración y el respeto. Si queremos ser un periodista más del montón, que elabora noticias, crónicas, ensayos o reportajes comunes e incompetentes. O si al contrario, queremos ser periodistas dignos, éticos y admirables. 

El periodismo tiene realmente tantas facetas, es tan sin límites… Es tan integral. Por ejemplo, Kapuscinski decía que en esta profesión para poder escribir con exactitud las experiencias es necesario sentirlas primero en la propia piel. Estaba pensando mientras escribía esto, que leer es demasiado fundamental, pero leer de verdad a conciencia, cuando llegué a la página 45 me di cuenta que es preciso llegar hasta el final de lo que se está leyendo, porque la interpretación en cada uno es desbordante, escribimos con seguridad y tenemos los argumentos justos para cada idea o pensamiento que se nos ocurre sin tener que recurrir a la información ajena, y ojo, aplica para todo en la vida, no solo la profesional.

Ser periodista también es comprender que existimos gracias a la ayuda, la opinión y el pensamiento de otros y solo conjuntamente nos acercamos y expresamos las expectativas y esperanzas de la sociedad. Es una forma de mantenernos humildes como periodistas, porque no podemos ubicarnos por encima de las historias y las personas con las que vamos a trabajar.   

Hoy el periodismo está tan diversificado, que se nos olvida que también lo hace un oficio delicado. Nuestras palabras pueden dañar o destruir la reputación de las personas. Debemos ser prácticos e imparciales, sin perder el objetivo del mensaje y el peso de la información. Para decirlo de otra manera, parte de estas facetas también es correr riesgos.

Finalmente, el reto para nosotros no es ejercer nuestra profesión por inercia. Hay que apropiarnos cada día de nuestro estilo y nuestra personalidad. La autocrítica desempeña un papel fundamental en este proceso, ya que nos impulsa a mejorar constantemente. Y ni hablar del tiempo, que es un recurso valioso que nosotros los periodistas empleamos a la hora de redactar, una y otra vez, línea por línea. Nos adaptamos y vamos cambiando según el momento. Yo creo que todo esto se traduce en un orgullo y respeto por lo que hacemos y escribimos, recordando que cada palabra es la muestra de la confianza y la empatía que tenemos por el mundo que nos rodea.

 

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