INFORME PARA UNA ACADEMIA

 Por: Orlando Barón Gil.


Excelentísimos señores académicos,

Me honra escribir para ustedes un informe que trata de asuntos que conciernen a la academia y a quienes trabajan y estudian en la academia. Notarán que mi título y encabezado, también el cierre del informe, los he tomado del texto escrito cien años atrás por Franz Kafka: “Informe para una academia” (abril de1917). En aquel relato el prestigioso escritor de Praga precisa que, un mono debía explicar cómo dejó de ser un primate salvaje y se convirtió en un hombre europeo promedio. El asunto resultó bastante inusual y llamó la atención, no tanto de académicos como de los lectores curiosos. Quiero precisar que, sin ser de primates, este informe se dirige a los excelentísimos señores académicos que mencionó Kafka en su extraño relato. Mi asunto trata de una situación que, desprovista del uso conveniente de la lógica y la razón, nos llevaría a dejar de ser académicos y nos regresaría al estado feliz, pero salvaje, de los monos que saltan entre tupidos árboles. Empezaré por decir que el presente informe trata de un amigo a quien conocí siendo él académico. Su nombre es Diomedes Acosta.

Por más de un año lo vi entrar y salir de muchas aulas donde compartía sus saberes, diría, generosamente. Todos los académicos comparten sus saberes, claro; no todos, digamos la verdad, lo hacen con desprendimiento. Él sí. Este detalle sobre su laboriosidad lo convirtió ante mis ojos en un académico excepcional. Lo vi ejecutar muchos proyectos y todos adelantados de manera incansable. Sus alumnos, que también fueron los míos, lo preferían a él como referencia de lo que hace un auténtico periodista en el terreno. De sus proyectos hablaban en clase, pero especialmente fuera de ella.


La situación resultaba inevitable, pues sus trabajos estaban pensados para salir a las calles o aventurarse a las afueras de la ciudad. El salón era sólo un punto de reunión y en él, parecía más un director de orquesta filarmónica que un maestro que dicta clases sobre teorías de periodismo o radio.


En alguna ocasión me invitó a ir con él a Pastales. Era un sábado y junto con sus estudiantes realizarían aquel día una Feria Radial que los llevó a trabajar hasta las 4 de la tarde. Recuerdo que pensé entonces que más que un académico, mi amigo era un luchador incansable. Su energía y vitalidad se transmitían como una corriente eléctrica de gran voltaje; no sólo a sus estudiantes, también a quienes eran colegas y académicos como él. En las reuniones semanales del programa presentaba ideas y proyectos sin fin. Intervino o participó en al menos seis proyectos, ahora recuerdo la Feria Radial, el Documental, la Mesa Ciudadana, el Reportaje Multimedia, la Feria Comunicativa Barrial. Anzuelo Medios, la plataforma virtual que muestra los trabajos del programa de Comunicación Social de la Universidad de Ibagué fue uno de sus proyectos más queridos; proyectaba, con algunos de nosotros, hacer de ella una auténtica alternativa mediática para la ciudad.  

Notarán que al igual que el informe que escribió Kafka en 1917, el mío guarda la forma de una descripción o semblanza y menos la de un informe académico formal. Kafka, a quien la metáfora como forma de expresión se le acomodó más que cualquier otra, quiso, con su informe, hacer una sátira del hombre domesticado que exigía la era industrial de su tiempo, esta metáfora la encontró en el primate que se transformó en hombre y lo puso todo en un informe. Yo, siguiendo su ejemplo, aunque lejos de su maestría, pretendo hacer una semblanza del académico que requiere nuestro propio tiempo. Me valgo de mi amigo Diomedes, pues mientras compartí con él entreví varios de esos valores que ha de tener un profesional de las academias. A su estricta manera, mi amigo es un Henry David Thoreau. Es el tipo de ciudadano capaz de pararse frente a las autoridades y manifestar que “primero debemos ser hombres, y súbditos después”. No se trata de lenguaje figurado, muchas veces lo vi sentar su posición de manera enérgica y locuaz. Cuando se tiene actitud crítica y carácter firme las relaciones con el poder no resultan nada sencillas. Mi amigo no se guardaba demasiadas cosas cuando observaba inequidades sociales o personales. A cualquiera que se mostrara arbitrario o hablara desde la lógica del poder lo confrontaba y le hacía conocer sus propias convicciones. Thoreau en su famoso ensayo “La desobediencia civil” escribió las siguientes líneas: “si su vecino le estafa un sólo dólar, usted no se contenta con el hecho de saberlo...usted toma de una vez las medidas necesarias para que la restitución se haga efectiva...” así fue Diomedes en sus días como profesor, un tipo de ciudadano que siempre tomaba las medidas necesarias y las manifestaba. Si Thoreau tiene razón y “la práctica de lo correcto, cambia las cosas y las relaciones”, mi amigo fue, en el tiempo que compartí con él, un académico correcto y eso cambió muchas relaciones y cosas que de seguro no habrían ocurrido sin su perseverancia.

Una de la razones por las que siempre vuelvo a Kafka es porque en el universo absurdo que construyen sus narraciones, aparece, con la contundencia de un huracán, ese lenguaje que usan administradores y burócratas y que tiene el efecto de desgarrar al hombre que se acerca o se aleja de las instituciones que, a cada momento, inventa la Modernidad. Mi amigo Diomedes se aleja ahora de la institucionalidad y su despedida me lleva a reflexionar sobre el académico que él encarnó con sus palabras y acciones. El recuerdo de un académico y un hombre así nos resulta más cercano en informes que hablan de su propia humanidad o de las personas y comunidades a las que él se acercó desde sus cátedras. Su semblante de académico y hombre libre se halla en el lenguaje de la metáfora y lo correcto, y se distancia, con dignidad, de los lenguajes que pregonan que “en las instituciones nadie es indispensable” o que “las decisiones de empresa no son personales sino de carácter administrativo”. Robert Louis Stevenson sugiere caminar por parajes naturales. Hacerlo frecuentemente y tomar nota de la aparente simplicidad que rodea al caminante. Caminando, como lo hacía Thoreau, he elaborado todo este asunto, “si lo logré, excelentísimos señores académicos, sólo los he informado.”

 

diomedes

Profesor Diomedes Acosta. Ferial Radial Villarestrepo. 2016. Foto: Andrés Castro. 

 

*El contenido aquí plasmado corresponde a la opinión personal del columnista y no involucra la línea editorial de este medio de comunicación.


 

 Por: Orlando Barón Gil. Docente programa Comunicación Social y Periodismo. Universidad de Ibagué.

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