De lo material a la realidad, la otra cara de la riqueza
«Todas estas situaciones me ocasionaron muchos problemas familiares, me ocasiono problemas muy grandes y hoy en día esas situaciones siguen ahí y me persiguen, simplemente por querer tener lujos innecesarios y más de lo que debía»
«A mí me movía mucho la plata, los buenos gustos, el buen vivir…» [sic], así empieza el relato de una vida llena de altibajos, lujuria, pobreza y aprendizaje vividos en carne propia, por una persona que a lo largo de su vida le dio prioridad a lo material por encima de cualquier cosa.
Germán Arenas es un caleño radicado por completo en la ciudad de Ibagué. La situación que ha vivido a lo largo de sus 35 años le ha brindado la experiencia para decir que «la vida no es para estarla forzando ni para estar pasando por encima de nadie. La vida te va dando las cosas a medida que tú te las vas ganando» [sic], señala en tono de arrepentimiento, con evidente sufrimiento en los gestos de su rostro; pero con la claridad en sus ojos de haber aprendido la lección que le regaló la vida y con la motivación necesaria para salir adelante: sus hijos.
Santiago Arenas (S.A.): ¿Cuándo inicia la atracción por un estilo de vida arraigado a lo material?
Germán Arenas (G.A.): Yo, desde adolescente sentí un gusto, me di cuenta de qué era lo que yo quería hacer y lo tenía claro, tenía claro que quería ser independiente, que quería ser un comerciante, que no quería depender de nadie y desde muy joven, desde que estaba en el colegio, sentía mucha atracción por las cosas de marca, los lujos y mi madre es una estilista, pero siempre fue madre soltera y levantó 3 hijos con su peluquería y su profesionalismo. A todos les dio lo mejor que pudo, nunca nos acostamos con hambre, pero no le daban sus ingresos para suplir las necesidades que como adolescente y como niño yo quería tener. Allí empecé a ver la vida más comercial, a ir negociando e irme por el camino de la tecnología y de esa manera yo hacía muchas cosas para ganar plata (…) Te voy a dar un ejemplo básico, en el colegio me ganaba una materia haciéndole una limpieza al celular del profesor, yo tenía mis destornilladores y matemáticas me la ganaba de esa manera [sic].
S.A.: ¿Nunca hubo una persona que lo centrara un poco en su vida, haciéndole ver la importancia de sus actos a tan temprana edad?
G.A.: Desgraciadamente nunca tuve una imagen paterna, nunca tuve a alguien que me jalara y me dijera: «no así no es». Quizás sí había muchas personas que me lo decían, como mi hermano y mi hermana, pero no era tan repetitivo ni tan firme como para que yo fuera haciendo un énfasis en seguir ese hilo que ellos llevaban. Yo tenía la potestad de seguir mi camino, mi forma de pensar y mis convicciones [sic].
S.A.: ¿Entonces qué camino siguió después de graduarse del colegio?
G.A.: Entré a la universidad a estudiar ingeniería industrial, por allá en eso del 2005 - 2006, y me acuerdo tanto que una profesora de inglés me dice: «usted no va a terminar la carrera porque a usted le gusta la plata y cuando empiece a ganar plata se va a retirar de la carrera». Nunca se me olvida, porque efectivamente así fue. Empecé a trabajar y mi primer trabajo fue en una bicicletería, porque me fascinaban las bicicletas, me fascinaban las motos, me fascinaban los carros, todo lo que tenga que ver con ruedas me fascina y ese ha sido uno de mis mayores 'fracasos', el gusto por esas máquinas, por tener esos lujos materiales he tenido muchos problemas [sic].
Entonces, en la bicicletería empecé a ganar, empecé a tener bicicletas y empecé a conocer gente. Compré mi primera moto con 18 años, nueva, de concesionario. Entonces todo eso me empezó a decir, bueno, ¿yo qué hago en una universidad si en la calle está la plata?, así que, a raíz de la gente que conocí, empecé a viajar y dejé la universidad [sic].
S.A.: ¿Cuál fue su primera experiencia en el extranjero?
G.A.: Primero me fui a Panamá. En Panamá conocí muchas cosas y conocí una cantidad de situaciones. Pero después llegó la época de las pirámides y empecé a negociar con todo ese tema. Obtuve mi moto de alto cilindraje, pero la obtuve siempre pintándome a mí mismo pajaritos en el aire y ahí arranca el problema de toda mi situación, por no haber tenido la cabeza fría ni la madurez suficiente para saber que las cosas no son como uno piensa [sic].
Entonces, yo lo que hice fue pasar por encima de muchas personas y poner en riesgo a muchas personas, simplemente por obtener mi beneficio y mi satisfacción, que era montarme en una moto de alto cilindraje e irme a pasear a un sitio equis del Valle del Cauca, donde yo iba a sentirme feliz [sic].
Así que lo hice, y sí… experiencia fascinante, pero llega el momento de pagar y yo digo «de dónde voy a pagar, no tengo plata, me la gasté, el negocio no se dio». Entonces eso empezó así y eso empezó a quedar mal y quedar mal [sic].
A raíz de esas situaciones y lo de las pirámides, con la cantidad de dinero que perdí me tuve que ir del país, me fui a Venezuela, a donde un hermano que me recibe y me dice que tiene una opción y esa opción es que me tenía que ir a meter a la mina, meterme al monte, 40 minutos en avioneta hacia adentro y me tenía que quedar a vivir allí, compraba oro y luego miraba cómo sobrevivir. Era un cambio brusco [sic].
S.A.: Bastante radical. Pero… ¿usted logra tomarlo de buena forma o le generó mucho conflicto vivir allí el tiempo que estuvo en Venezuela?
G.A.: Fue un cambio muy drástico, pero primero y dentro de toda esa situación, yo tenía una novia y tenía una amiga. Cuando me fui, mi amiga queda en embarazo y mi novia también. Todo eso volvió la situación más compleja y llega es a través del desorden de vida que llevaba en ese momento, por no estar con los pies en la tierra, por ser muy caprichoso y entonces llegas a un punto en donde empiezas a jugar con vidas ajenas, en este caso, vidas que son las de tus propios hijos [sic].
Mi novia, en ese momento, se da cuenta de que cuando yo me voy queda mi amiga también en embarazo y decide abortar. Sin embargo, mi amiga sigue adelante con este y nace el que hoy en día es mi hijo mayor, que se llama Tomás [sic].
Yo me voy para el monte y para la mina, empiezo a adaptarme y el proceso es muy fuerte, es un proceso que es increíble. Allí empiezo a comercializar con oro, a cuidarme tanto la vida como la plata con una pistola y conozco otras perspectivas de ella, tentando la vida, pero logro adaptarme, logro estar tres años en ese lugar, me va muy bien; pero es una situación muy fuerte, muy deplorable, pero como había plata y a mí me movía la plata, yo decía «bueno, me voy a tirar tres, cuatro años de mi vida en este monte para hacer mucha plata e irme a vivir como a mí me gusta». Y efectivamente así fue, duré tres años, pero salí con una mano adelante y una mano atrás del monte desgraciadamente, con mi niño y la mamá me tuve que devolver a la ciudad, a Ciudad Bolívar [sic].
Allí viviendo bajo unas condiciones deplorables también, ya decido para un diciembre del 2011 enviar a la mamá de Tomas con él para Colombia y yo me quedo allá en Venezuela. Pero posteriormente me devuelvo también, porque el negocio se acabó, la mina se acabó y una hermana me dio una opción de trabajo en una empresa de mi pueblo (Buga, Valle del Cauca), quedándome por último con esa misma empresa y allí conozco a mi esposa actual, porque solicito un crédito bancario y ahí la conozco, así que empieza una vida nuevamente en Colombia y una vida 100 % comercial [sic].
S.A.: ¿Y qué sucede con esta nueva vida en el Valle, por qué no se quedó allá?
G.A.: Pues luego de conocer a mi esposa y todo el rollo, el banco me presta 100 millones de pesos y arranco con 100 millones de pesos a tener de nuevo otra vida… pero vuelvo a lo mismo, compro un carro, compro una moto, hago negocios que no debía haber hecho, negocios en Panamá, negocios en otros países que no debía, pierdo una cantidad de dinero y quedo otra vez en ceros [sic].
La vida vuelve y me da otra oportunidad que es montar mi propio negocio. Monto unas canchas de fútbol sintéticas, en donde me empieza a ir muy bien y me recupero. Pero llegan unas personas que envidian mi suerte y mi situación de vida. Me empiezan a ofrecer y ofrecer cosas, ven mi lado débil y toman partido en ello y me dejo convencer. Hago negociaciones de montar otras canchas con la persona menos indicada, esa persona me quita lo que ya tengo, se queda con lo que ya montamos y me hace una cantidad de situaciones muy fuertes. Luego de ello, quiero comprarme un carro último modelo, lo hago, pero no lo puedo sacar a nombre mío así que lo saco a nombre de otra persona. Después no lo puedo pagar, para devolverlo fue un problema y nacen una cantidad de enredos que sólo Germán sabe meterse en ellos [sic], comenta entre risas.
Todas estas situaciones me ocasionaron muchos problemas familiares, me ocasiono problemas muy grandes y hoy en día esas situaciones siguen ahí y me persiguen, simplemente por querer tener lujos innecesarios y más de lo que debía.
Su forma de hablar refleja la valentía que ha tenido hasta hoy para no solo aprender de cada error, sino para levantarse y no dejarse caer, ni a él ni a su familia. Sus manos ásperas y duras muestran los recuerdos del trabajo en la mina que, además de quedar en su memoria, quedan marcados en su cuerpo y, por último, noto una que otra cana asomándose en su barba, signo claro del ritmo de vida que ha llevado hasta el día de hoy, ya que no es algo muy común a tan temprana edad.
Sin embargo, su historia aún no termina y continua con, según él, la parte más difícil de su vida.
G.A.: En 2018 me tocó salir del país por tercera vez, y esta vez me fui a España. En España vivo unas situaciones muy complicadas, me voy con mi esposa y mi hija a trabajar. Dejo a mi hijo en Colombia, dejo al hijo de mi esposa también y nos vamos. Yo vendo el negocio y me voy con un capital que en España se esfuma, así que me toca empezar a trabajar inmediatamente [sic].
En Venezuela yo llevaba muchos años siendo el jefe y siendo el comerciante estrella, mientras que en España me toca empezar a lavar baños, a barrer centros comerciales, a ser la persona de aseo en un almacén y así. Es un cambio personal y emocional muy fuerte, te lo digo, es muy fuerte. ¿Pero sabes?... me seguía moviendo la plata, yo decía «cómo no voy a barrer un andén sabiendo que me van a pagar 30 mil pesos -al cambio de moneda- por barrerlo», eso me lo metía en la cabeza y se me hacía mucho más fácil hacer las cosas. Desde ahí empiezo a reflexionar y pensar en que estoy actuando muy mal, tanto para mí como para mi familia y al cabo de 8 meses decido regresar a Colombia [sic].
Cuando regreso no me regreso a mi pueblo, sino que me regreso a Ibagué con mi esposa y mi niña. Acá vive un hermano mío y me gustaba mucho visitar Ibagué, porque me parece una ciudad muy tranquila y muy amena, así que todo esto contribuyó a tomar la decisión de venirnos para acá [sic].
Cuando llego a Ibagué, me doy cuenta que tengo muchas cualidades, me doy cuenta que tengo gustos que no conocía, entonces, mira Santiago, te digo algo, la situación de vida que estoy llevando ahora es muy fuerte, he pasado días de no tener ni 100 pesos en el bolsillo a tener al otro día 200 mil pesos en el bolsillo, esa situación que me ha pasado acá en Ibagué, en el 2019 y en el 2020, no la reniego ni mucho menos, antes doy gracias a Dios porque pude aprender a vivir, pude conocerme a mí mismo, pude aprende que la vida siempre te tiene una nueva oportunidad [sic].
Acá deseo hacer otra vez una nueva vida, una vida sin errores, sin pasar por encima de nadie, una vida que me permita estar tranquilo y que me dé lo que Dios me quiera dar, en el día a día [sic].
S.A.: Germán, ya para finalizar, ¿a qué se dedica usted actualmente acá en Ibagué?
G.A.: En este momento, trabajo en un taller automotriz, iniciando este nuevo proyecto, feliz y tranquilo, porque estoy entendiendo la realidad de la vida ya a mis 35 años -entre risas-, me doy cuenta que he vivido de apariencias durante 25 años, una vida que no es la mía, pasando por encima de la gente.
Ya el día de hoy, estoy feliz porque Dios vio que mi arrepentimiento era real y que mi situación también era muy verdadera, así que mira, me dio una nueva oportunidad [sic].
Claro que sí, después de la tormenta llega la calma. Ya después de tanto recorrido, espero que haya encontrado su lugar en el mundo, acá en la Ciudad Musical, y pues nada muchas gracias, Germán, «a ti, Santiago, por el rato y por escucharme» [sic].
Cerró despidiéndose con esa sonrisa que me lleva a pensar que todo el sufrimiento ya quedó atrás y me hace sentir una paz infinita, al saber que por fin hay algo que lo llena mucho más que el dinero.
Realizado por: Santiago Arenas Osorio, estudiante del Programa de Comunicación Social y Periodismo de la Universidad de Ibagué.