Del migrante que se adapta, a aquel que se enamora

«Estoy en un país que me está dando una oportunidad, debo adaptarme de la mejor manera y me gusta todo lo que estoy aprendiendo»

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  Foto tomada por Juan Manuel Capera.

Una sonrisa y un apretón de manos de esos ni muy fuertes ni muy débiles, perfecto para mostrar confianza ante la entrevista que está a punto de comenzar. Un «buenos días» que, inmediatamente, por su acento, ubica a quien lo escuche en esas tierras no tan distantes, a unos kilómetros más allá de Cúcuta. Su oficina modesta y compartida, es tal vez el mejor reflejo de la personalidad de Luis Martínez. Sencillo, ordenado y, como lo indica el cuadro de Jesús que reposa en un mueble atrás de su escritorio, un hombre de fe.

Una fe que ha marcado su vida desde siempre, tanto en los momentos en los que la vida le ha sonreído, como en ese momento en que «lo dejé todo y tuve que comenzar desde cero, cuando se puso fuerte esta crisis política, económica, social y hasta cultural, pero gracias a Dios las cosas han caminado bien y he logrado establecerme» [sic], señaló con tranquilidad absoluta y sin nostalgia visible.

Juan Capera (J.C.): ¿Cómo era su vida antes de llegar a Colombia?

Luis Marínez (L.M.): Desde el año 2002 estaba vinculado con la comunidad de los 'Hermanos Maristas', en Venezuela. En el 2006 comencé a ser rector de un colegio de esta comunidad y también estaba vinculado con un colegio del gobierno, es decir que tenía dos fuentes de ingreso y no eran suficientes [sic].

Luis Rodolfo Martínez era de los pocos en el vecino país que tenían la oportunidad de tener dos empleos; sin embargo, con el pasar del tiempo, en la última década, lo anterior era cada vez menos garantía de calidad de vida, lo cual llevó a Luis a buscar un rumbo fuera de su país natal.

L.M.: Tuve la oportunidad de conocer en un encuentro de la provincia (Colombia, Ecuador y Venezuela) a la rectora del Colegio Champagnat, de acá de Ibagué, le comenté que si llegara a ser necesario estaba dispuesto a trabajar en Colombia. Después de eso, en diciembre del 2017, ella me dice que necesita un profesor de química y biología, y bueno, acá estoy pue' [sic], comenta entre risas.

J.C.: ¿Qué dejó en Venezuela?
 
L.M.: Familia y un proyecto de vida, porque ya yo no tengo veinte años, ya me perfilaba haciendo otras cosas, ya retirado del trabajo. Por ejemplo, a mí me gusta el arte, tenía un grupo de teatro y un grupo de música. Ahora nos hablamos por un grupo de 'WhatsApp', unos están en Chile, otros en Argentina, yo acá en Colombia. Son cosas que se van dejando pue', son cosas que uno ya tenía establecidas en su vida y pues hay que dejarlas, porque hay que seguir adelante. Afortunadamente, ya estoy retomando el tema de la música, con algunas personas de acá del colegio [sic].
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  Foto de archivo Colegio Champagnat de Ibagué.
J.C.: ¿Cómo lo ha tratado Ibagué? ¿ha sido una ciudad amable u hostil?

L.M.: Yo, a pesar de que he tenido dos experiencias negativas en el trato, no puedo generalizar de que Ibagué ha sido una ciudad hostil, creo que el otro 99,9 % de las personas con las que me he relacionado, han sido muy atentos y han tenido buena receptividad, sobretodo en el medio educativo. Mis alumnos y mis compañeros de trabajo fueron una fortaleza para mí [sic].

J.C.: ¿Cuáles fueron estos hechos negativos?

L.M.: En un restaurante, en una oportunidad, unas personas simplemente me escucharon el acento, se dieron cuenta de que no era colombiano, sino venezolano, y me empezaron a insultar. Fue una experiencia muy dura, porque son cosas que no entiendo, de verdad no entiendo por qué esas cosas pasan, somos una misma región y estamos unidos históricamente [sic].

En otra oportunidad, fue en una buseta, en pleno mundial de fútbol, ya yo estaba con el trauma de la primera vez, llegaba a un sitio no decía nada, porque me daba miedo pue'. Una señora me comentó un resultado de que Colombia le había ganado a Japón, yo no hablé, simplemente le afirmé con la cabeza, no sé qué sería lo que ella determinó en mi actitud que también me empezó a insultar y me tuve que bajar [sic].

Pero como te digo, son dos gotas de agua en el océano, no puedo decir que sea una característica del colombiano o del ibaguereño [sic].

A pesar de haber vivido dos situaciones incomodas en dos años que lleva viviendo en Ibagué, Martínez no considera que un país sea mejor que otro, a pesar de que lleva en su sangre sus raíces, ha logrado adaptarse y encariñarse con Colombia.

J.C.: ¿Qué aspecto cultural traería de Venezuela a Colombia?

L.M.: Nada, de verdad, porque creo que cada país debe tener su identidad propia y eso se respeta. Yo me aprendí ya el himno de Colombia y el Bunde; son cosas que uno tiene que ir ajustando a sus necesidades (…). Yo soy venezolano donde yo me pare, pero estoy en un país que me está recibiendo y dando una oportunidad, debo adaptarme de la mejor manera, no lo hago de obligado, sino que de verdad me gusta todo lo que he estado aprendiendo aquí [sic].

J.C.: Además de la cédula de ciudadanía, ¿qué hace a una persona propia de un lugar?

L.M.: ¡Uyyy!, yo creo que el sentimiento que le pones a la hora de hacer las cosas y los valores que tú traes de familia (...). A los latinoamericanos nos dicen que vendemos droga, nosotros tenemos cosas buenas, tú tienes tus valores familiares y porque seas colombiano no te pueden etiquetar por el común denominador [sic].

J.C.: ¿Qué le diría a un extranjero que no conozca Ibagué, que esté pensando en venir? ¿invitación o advertencia?

L.M.:No, yo pienso que más bien lo invitaría a que venga a disfrutar de los paisajes, de la gente que es muy cálida, que se prepare y que venga con expectativas, que venga dispuesto a dejarse abrazar por todo lo que es Colombia, que no se haga prejuicios y venga a experimentar. Yo no sabía qué me iba a encontrar y creo que, dentro de todo, es una de las mejores decisiones que yo he tomado en mi vida [sic].

J.C.: ¿Usted se siente colombiano?

L.M.: Yo creo que sí -entre risas-, lo decía en estos días, porque estábamos cantando el himno de Colombia, alguien me veía y yo le digo: «Ya yo soy de aquí». Yo creo que eso de las fronteras es solo un invento de nosotros los seres humanos, pero tampoco vengo a invadir una cultura. Ya me siento parte de esta cultura [sic].

J.C.: Profe, creo que por hoy no será más, muchas gracias.

L.M.: Bueno, gracias a ti, y espero que todo esto te sirva [sic]. 

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  Foto de archivo perfil de Instagram Luis Martínez.

Así terminó una entrevista que en ningún momento dejó de ser amena entre un profesor de Ciencias Naturales, que ahora coordina los asuntos de pastoral en el Colegio Champagnat, de Ibagué, y su exalumno.

Luis se pone de píe y una vez más, ríe -entre tímido y confiado-, se despide y se va a atender asuntos laborales, a seguir aprendiendo y adaptándose a esta cultura a la que un día se tuvo que amoldar y de la cual hoy se siente parte, a seguir siendo el vivo ejemplo de que un migrante, si tiene disposición, esperanza, y, sobre todo, fe, no solo puede llegar a adaptarse, puede ir más allá y, tal como en su caso, llegar a enamorarse de la Ciudad Musical de Colombia.


Realizado por: Juan Manuel Capera, estudiante del Programa de Comunicación Social y Periodismo de la Universidad de Ibagué.


 

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